2.6 Utilización de la tierra
2.6.1 Predicciones
A nivel mundial, los cultivos terrestres y los pastos ocupan aproximadamente el 33% del total de tierras disponibles, y se estima que la expansión para usos agrícolas entre 2000 y 2050 aumentará entre un 7% y un 31% (350—1500 Mha, dependiendo de la fuente y de las hipótesis subyacentes), con mayor frecuencia a expensas de los bosques y los humedales (Bringezu et al. 2014). Aunque en la actualidad todavía hay tierras clasificadas como «buenas» o «marginales» disponibles para la agricultura de secano, partes importantes de ellas están lejos de los mercados, carecen de infraestructura o tienen enfermedades endémicas, terrenos inadecuados u otras condiciones que limitan el potencial de desarrollo. En otros casos, las tierras restantes ya están protegidas, boscosas o desarrolladas para otros usos (Alexandratos y Bruinsma 2012). Por el contrario, los ecosistemas de tierras secas, definidos en la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas como zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que suelen tener baja productividad, están amenazados por la desertificación y, por lo tanto, no son aptos para la expansión agrícola, pero, sin embargo, tienen muchos millones de personas viviendo en las proximidades (Economic 2007). Estos hechos apuntan a la necesidad de una intensificación más sostenible de la producción de alimentos más cercana a los mercados, preferiblemente en tierras en gran medida improductivas que tal vez nunca resulten adecuadas para la agricultura basada en el suelo.
Algunos expertos consideran que los dos factores más importantes que contribuyen a la eficiencia de los insumos agrícolas son: i) la ubicación de la producción de alimentos en zonas donde las condiciones climáticas (y del suelo) aumentan naturalmente la eficiencia y ii) la reducción de los efectos ambientales de la producción agrícola (Michael y David 2017). Debe haber aumentos en el suministro de biomasa cultivada gracias a la intensificación de la producción por hectárea, acompañada de una disminución de la carga ambiental (por ejemplo, degradación de la estructura del suelo, pérdidas de nutrientes, contaminación tóxica). En otras palabras, la huella de una producción eficiente de alimentos debe reducirse al tiempo que se minimizan los impactos ambientales negativos.
2.6.2 Acuapónica y Utilización de la Tierra
Los sistemas de producción acuapónicos no tienen suelo e intentan reciclar nutrientes esenciales para el cultivo de peces y plantas, utilizando así nutrientes en materia orgánica procedentes de piensos y desechos de peces para minimizar o eliminar la necesidad de fertilizantes vegetales. Por ejemplo, en esos sistemas, el uso de la tierra para extraer, procesar, almacenar y transportar fosfato o fertilizantes ricos en potasio resulta innecesario, por lo que se elimina el costo inherente y el costo de aplicación de estos fertilizantes.
La producción acuapónica contribuye no sólo a la eficiencia en el uso del agua ([Sect. 2.5.2](/community/articles/2-5-waterresources #252 -Aquaponics-and-waterconservation), sino también a la eficiencia de los insumos agrícolas al reducir la huella de tierra necesaria para la producción. Las instalaciones, por ejemplo, pueden estar situadas en tierras no cultivables y en zonas suburbanas o urbanas más cercanas a los mercados, reduciendo así la huella de carbono asociada a las granjas rurales y el transporte de productos a los mercados urbanos. Con una huella más pequeña, la capacidad de producción puede ubicarse en zonas que por lo demás no son productivas, como en tejados o en antiguas fábricas, lo que también puede reducir los costos de adquisición de tierras si esas áreas se consideran inadecuadas para viviendas o negocios minoristas. Una huella más pequeña para la producción de proteínas y vegetales de alta calidad en acuapónica también puede eliminar la presión de limpiar áreas naturales y seminaturales ecológicamente valiosas para la agricultura convencional.