2.2 Oferta y demanda de alimentos
2.2.1 Predicciones
En los últimos 50 años, el suministro total de alimentos se ha triplicado casi, mientras que la población mundial sólo se ha duplicado, un cambio que ha ido acompañado de cambios significativos en la dieta relacionados con la prosperidad económica (Keating et al. 2014). En los últimos 25 años, la población mundial aumentó un 90% y se espera que alcance la marca de 7.600 millones en el primer semestre de 2018 (Worldometers). Las estimaciones del aumento de la demanda mundial de alimentos en 2050 en relación con 2010 varían entre el 45% y el 71% dependiendo de las hipótesis relativas a los biocombustibles y los residuos, pero es evidente que hay una brecha de producción que debe cubrirse. A fin de evitar una inversión en las recientes tendencias a la baja desnutrición, debe haber reducciones en la demanda de alimentos y/o menos pérdidas en la capacidad de producción de alimentos (Keating et al. 2014). Una razón cada vez más importante para el aumento de la demanda de alimentos es el consumo per cápita, como resultado del aumento de los ingresos per cápita, que se caracteriza por cambios hacia alimentos ricos en proteínas, en particular carne (Ehrlich y Harte 2015b). Esta tendencia crea nuevas presiones en la cadena de suministro de alimentos, ya que los sistemas de producción basados en animales generalmente requieren desproporcionadamente más recursos, tanto en el consumo de agua como en los insumos de piensos (Rask and Rask 2011; Ridoutt et al. 2012; Xue y Landis 2010). A pesar de que la tasa de aumento de la demanda de alimentos ha disminuido en las últimas décadas, si las trayectorias actuales en el crecimiento de la población y los cambios en la dieta son realistas, la demanda mundial de productos agrícolas crecerá entre 1,1 y 1,5% anual hasta 2050 (Alexandratos y Bruinsma 2012).
El crecimiento de la población en las zonas urbanas ha ejercido presión sobre las tierras que tradicionalmente se han utilizado para los cultivos basados en el suelo: la demanda de vivienda y servicios sigue invadiendo las tierras agrícolas primarias y elevando su valor mucho más allá de lo que los agricultores podrían obtener con el cultivo. Cerca del 54% de la población mundial vive actualmente en zonas urbanas (Esch et al. 2017), y la tendencia hacia la urbanización no muestra signos de disminución. Los sistemas de producción que pueden suministrar alimentos frescos de forma fiable cerca de los centros urbanos están en demanda y aumentarán a medida que aumente la urbanización. Por ejemplo, el aumento de la agricultura vertical en centros urbanos como Singapur, donde la tierra es una prioridad, proporciona un claro indicio de que los sistemas agrícolas concentrados y altamente productivos formarán parte integrante del desarrollo urbano en el futuro. Los avances tecnológicos están haciendo cada vez más económicos los sistemas de cultivo en interior, por ejemplo, el desarrollo de luces LED hortícolas de larga duración y eficiencia energética ha aumentado la competitividad de la agricultura interior, así como de la producción en latitudes altas.
El análisis de la agrobiodiversidad muestra sistemáticamente que los países de ingresos altos y medianos obtienen diversos alimentos a través del comercio nacional o internacional, pero esto también implica que la producción y la diversidad alimentaria están desacopladas y, por lo tanto, son más vulnerables a las interrupciones en las líneas de suministro que en los países de bajos ingresos donde la mayoría de los alimentos se producen a nivel nacional o regional (Herrero et al. 2017). Además, a medida que aumenta el tamaño de las explotaciones, la diversidad de cultivos, especialmente para los cultivos pertenecientes a grupos alimentarios altamente nutritivos (verduras, frutas, carne), tiende a disminuir en favor de los cereales y legumbres, lo que nuevamente corre el riesgo de limitar la disponibilidad local y regional de una serie de diferentes grupos alimentarios (Herrero et al. 2017).