1.2 Oferta y demanda
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible hace hincapié en la necesidad de hacer frente a los desafíos globales, que van desde el cambio climático hasta la pobreza, con una alta prioridad a la producción sostenible de alimentos (Brandi 2017; ONU 2017). Como se refleja en el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ONU 2017), uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta el mundo es cómo garantizar que una población mundial en crecimiento, que se prevé que aumente a alrededor de 10 mil millones para 2050, pueda satisfacer sus necesidades nutricionales. Para alimentar a otros dos mil millones de personas para 2050, la producción de alimentos tendrá que aumentar un 50% a nivel mundial (FAO 2017). Si bien será necesario producir más alimentos, hay una disminución de la mano de obra rural debido al aumento de la urbanización (dos Santos 2016). La población rural mundial ha disminuido del 66,4% al 46,1% en el período comprendido entre 1960 y 2015 (FAO 2017). Mientras que, en 2017, las poblaciones urbanas representaron más del 54% de la población mundial total, casi todo el crecimiento futuro de la población mundial se producirá en áreas urbanas, de manera que para 2050, el 66% de la población mundial vivirá en ciudades (ONU 2014). Esta creciente urbanización de las ciudades va acompañada de una creciente red de sistemas de infraestructura, incluidas las redes de transporte.
Para garantizar la seguridad alimentaria mundial, la producción total de alimentos tendrá que aumentar en más del 70% en las próximas décadas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (FAO 2009), que incluyen la «erradicación de la pobreza extrema y el hambre» y también «garantizar la sostenibilidad medioambiental». Al mismo tiempo, la producción de alimentos se enfrentará inevitablemente a otros desafíos, como el cambio climático, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, la pérdida de polinizadores y la degradación de las tierras cultivables. Estas condiciones requieren la adopción de rápidos avances tecnológicos, métodos de producción más eficientes y sostenibles y cadenas de suministro de alimentos más eficientes y sostenibles, dado que aproximadamente 1.000 millones de personas ya están desnutridas crónicamente, mientras que los sistemas agrícolas siguen degradando la tierra, agua y biodiversidad a escala mundial (Foley et al. 2011; Godfray et al. 2010).
Estudios recientes muestran que las tendencias actuales de la mejora del rendimiento agrícola no serán suficientes para satisfacer la demanda mundial de alimentos proyectada para 2050, lo que sugiere además que será necesaria una expansión de las zonas agrícolas (Bajželj et al. 2014). Sin embargo, la degradación generalizada de la tierra junto con otros problemas ambientales parece hacer que esto sea imposible. Las tierras agrícolas cubren actualmente más de un tercio de la superficie terrestre del mundo, pero menos de un tercio de ellas son cultivables (aproximadamente el 10%) (Banco Mundial 2018). En las últimas tres décadas, la disponibilidad de tierras agrícolas ha ido disminuyendo lentamente, como lo demuestra la disminución de más del 50% entre 1970 y 2013. Los efectos de la pérdida de tierras cultivables no se pueden remediar convirtiendo las áreas naturales en tierras de cultivo, ya que con frecuencia se traduce en erosión y pérdida de hábitat. El arado provoca la pérdida de la capa superior del suelo debido a la erosión del viento y el agua, lo que reduce la fertilidad del suelo, aumenta el uso de fertilizantes y, finalmente, la degradación de la tierra. Las pérdidas de suelo de la tierra pueden terminar en estanques, presas, lagos y ríos, causando daños a estos hábitats.
En resumen, la población mundial está creciendo rápidamente, urbanizándose y haciéndose más rica. En consecuencia, las pautas dietéticas también están cambiando, creando así una mayor demanda de alimentos intensivos de gases de efecto invernadero (GEI), como la carne y los productos lácteos, con necesidades de tierras y recursos correspondientes (Garnett 2011). Pero mientras el consumo mundial crece, los recursos disponibles en el mundo, es decir, la tierra, el agua y los minerales, siguen siendo finitos (Garnett 2011). Sin embargo, al analizar el ciclo de vida completo de diferentes productos alimenticios, tanto Weber como Matthews (2008) y Engelhaupt (2008) sugieren que los cambios en la dieta pueden ser un medio más eficaz para reducir la huella climática relacionada con los alimentos de un hogar medio que «comprar localmente». Por lo tanto, en lugar de considerar la reducción de las cadenas de suministro, se ha argumentado que un cambio dietético de la carne y los productos lácteos hacia una agricultura orientada a la nutrición puede ser más eficaz para reducir la energía y las huellas (Engelhaupt 2008; Garnett 2011).
La complejidad de los desequilibrios entre la demanda y la oferta se ve agravada por el deterioro de las condiciones ambientales, lo que hace que la producción de alimentos sea cada vez más difícil o impredecible en muchas regiones del mundo. Las prácticas agrícolas no solo pueden socavar los límites planetarios (Fig. 1.1), sino que también agravan la persistencia y propagación de enfermedades zoonóticas y otros riesgos para la salud (Garnett 2011). Todos estos factores hacen que el sistema alimentario mundial pierda su resiliencia y se vuelva cada vez más inestable (Suweis et al. 2015).
El ambicioso plazo para 2015 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la OMS para erradicar el hambre y la pobreza, mejorar la salud y garantizar la sostenibilidad ambiental ya ha pasado, y ha quedado claro que proporcionar alimentos nutritivos para las poblaciones desnutridas y ricas no es una tarea simple. En resumen, los cambios climáticos, la pérdida de tierras y la disminución de la calidad de la tierra, las cadenas alimentarias cada vez más complejas, el crecimiento urbano, la contaminación y otras condiciones ambientales adversas dictan la urgente necesidad de encontrar no sólo nuevas formas de cultivar alimentos nutritivos económicamente, sino también de localizar la producción de alimentos instalaciones más cercanas a los consumidores. La consecución de los ODM requerirá cambios en la práctica, como la reducción de residuos, emisiones de carbono y huellas ecológicas, y la acuapónica es una de las soluciones que tiene el potencial de alcanzar estos objetivos.